Las mujeres llevan reivindicando que los cuidados se valoren a nivel institucional muchos años. La dicotomía público-privado es una realidad y es necesario que se analicen sus consecuencias.
Contextualización
El movimiento femininsta hace ya décadas ha incidido en el problema de la dicotomía público-privado, a saber, cómo ha operado la desigualdad de género entre hombres y mujeres para relegar a las mujeres al ámbito privado, al cuidado de los hijos y a las tareas del hogar, mientras que ha reforzado la salida de los hombres al espacio público y político. Esta dicotomía público-privado ha sido complementada con un discurso patriarcal por el que las mujeres tienen la disposición innata de cuidar de los demás, de sacrificarse por los demás y pensar en los demás antes que en sí mismas para ser caracterizadas como una buena mujer; mientras que los hombres son los que deben proveer y proteger a la familia además de hacer uso de la violencia con los demás en nombre de la protección de la familia.
El problema de la dicotomía público-privado está en la actualidad muy vigente en la crisis de la sanidad pública y en los reclamos que exigen para dicho sector. Si bien las mujeres han conquistado el ámbito público y político, el acceso masivo de las mujeres en los últimos años al empleo remunerado y a la educación superior se produce de forma diferencial y desigualitaria para hombres y mujeres. Por otra parte, la desvalorización de las actividades a las que se dedican las mujeres ha supuesto que los hombres no han accedido al espacio doméstico.
Todos estos factores repercuten en las condiciones del personal sanitario que es mayoritariamente un sector feminizado, ya que recae sobre las mujeres la conciliación laboral y familiar, el deber de acceder a contratos temporales y flexibles que suponen una menor remuneración y unas condiciones de trabajo más precarias. Además, si tomamos un enfoque vital, vemos que estos factores vuelven contra las mujeres al jubilarse porque sus pensiones son inferiores.
¿Qué mujeres?
Es importante tener presente que la crisis de la sanidad pública en España es una injusticia de género que apela al feminismo directamente. La feminización de la sanidad pública puede encontrarse en la administración, en limpieza, en asistencia, en auxiliares de enfermería, en enfermería, en especialidades de la medicina como la pediatría o la ginecología, en la investigación en el ámbito de la salud con perspectiva de género, y en otras muchas más. Según los datos del SNS del 2020, las actividades sanitarias en España tienen un 75.3% de mujeres en el sector, comparado con un 78% de mujeres en el sector a nivel europeo según los datos de Eurostat de 2020. Aunque la sanidad pública tenga un personal mayoritariamente femenino, la representación femenina va descendiendo en los puestos de poder y liderazgo de la sanidad pública y aumenta la representación masculina. De hecho, sólo tres de cada diez de las mujeres ejercen cargos directivos en las organizaciones sanitarias tanto públicas como privadas (Redacción Médica). Podemos, por tanto, hablar de una segregación tanto horizontal como vertical del empleo para hombres y mujeres.
La exigencia de acceder por parte de las mujeres a la temporalidad, a la jornada de tipo parcial y a la flexibilidad en los contratos de trabajo, así como la infravaloración de las actividades tipificadas como femeninas son factores fundamentales para explicar la brecha salarial de género que existe en la sanidad pública. Si bien la OIT reclama la igual remuneración por trabajo de igual valor, los salarios son influidos por la concepción del ‘esfuerzo’, del ‘rendimiento’, del ‘riesgo laboral’ que dan un mayor valor social a los sectores muy masculinizados. Todo ello se refleja en que, según la OMS, las mujeres del ámbito sanitario ganan un 24% menos de lo que ganan los hombres trabajando en el mismo sector.
Consecuencias
Para las mujeres que cuidan es una gran lucha que se cuiden a ellas mismas y que la sociedad se preocupe más por su bienestar.
Desafortunadamente, debido a los contratos de peor calidad y a la peor remuneración, estas mujeres están expuestas a una mala salud mental y física debido al estrés, a la falta de tiempo libre y de ocio, a los riesgos laborales, al riesgo de sufrir abusos sexuales en el ámbito de trabajo, al trauma o al cansancio emocional de estar en contacto con pacientes, familiares de pacientes, personal sanitario, etc.
Debemos recordar que fue la sanidad pública y el personal dentro de ella la que tuvo que lidiar especialmente con la crisis de la pandemia, trabajando horas sin cambiar de turno, sufriendo una mayor vulnerabilidad al contagio de la COVID-19, teniendo que aislarse de sus familiares debido al trabajo con pacientes, y sufriendo una sobrecarga de trabajo, entre otras cosas. Además, en la actualidad hay datos de la manera distinta que las mujeres y los hombres respondieron al COVID-19 y los efectos secundarios de mayor intensidad en el caso de las mujeres, también llamado “enfermedad post-Covid”. Sin embargo, es también importante incidir en que el bajo presupuesto en la sanidad pública ya era un hecho antes de la pandemia de COVID-19, además de existir una falta de relevo generacional en algunas especialidades de la Medicina (Atención Primaria, Pediatría, Servicios de Urgencia).
La falta de tiempo para atender a los pacientes en la Atención Primaria tiene graves consecuencias para las mujeres. Algunas de ellas son las siguientes: (i) la morbilidad diferencial entre hombres y mujeres requiere el tiempo de los médicos para detectar enfermedades que se manifiestan de manera diferente en el caso específico de las mujeres; (ii) violencia de género: el seguimiento continuado que potencialmente puede tener el médico con una paciente puede ser determinante en detectar un caso de violencia de género en la sintomatología o en la capacidad de obtener la confianza de la paciente para que pueda contar qué está ocurriendo.
Soluciones
Para dar solución a todos los problemas relacionados con la salud que se dan en las mujeres derivados de todos los factores anteriormente comentados, tenemos una red de sanidad pública.
Por desgracia, a día de hoy estamos viviendo un ataque contra la sanidad pública que afecta directamente a las mujeres. Tenemos que tener claro que los problemas de salud no afectan de la misma manera a hombres que a mujeres.
Históricamente, la sanidad se ha centrado en los problemas que afectan a los hombres y ha desarrollado los remedios (tratamientos, fármacos, investigaciones…) en base a éstos. Es por ello que se necesita una mayor investigación con una perspectiva de género.
Los recortes que se vienen dando en la sanidad pública ponen en riesgo toda esta investigación. La financiación es imprescindible para la elaboración de datos segregados por sexo, para el estudio de los efectos secundarios distintos para mujeres y hombres y para el mayor conocimiento de las enfermedades que afectan a las mujeres. Los recortes suponen transmitir el mensaje erróneo de que la investigación con perspectiva de género no es importante y es necesario priorizar otros ámbitos
Por otro lado, estos problemas de salud afectan a las mujeres más vulnerables, las trabajadoras y las pobres, entendiendo que las personas con mayor poder adquisitivo tienen la alternativa de la sanidad privada. Es por ello que es necesario defender la sanidad pública y de calidad para todas.
Algunas soluciones que serían necesarias adoptar para que la sanidad pública tuviese una mayor calidad vienen por parte del aumento de presupuesto en ella, de tal manera que sea capaz de retener a las personas formadas en las distintas especialidades y que el relevo generacional sea una realidad. Dicho aumento de presupuesto tiene que tener como fundamento una valorización del trabajo en el ámbito socio-sanitario y de cuidados, entendiendo que sin este tipo de actividades se para el mundo.
Finalmente, una solución crucial es la educación en igualdad para los niños y niñas de tal modo que las actividades tradicionalmente consideradas femeninas no las ocupen únicamente las mujeres y que las actividades tradicionalmente consideradas masculinas tampoco las ocupen exclusivamente los hombres. Así, la relación entre la feminización de la sanidad pública y los cuidados no pasa sólo por mantener e invertir en los propios centros de salud. Por un lado, debe revalorizarse con políticas públicas el trabajo de cuidados no remunerado que ejercen mayoritariamente las mujeres todos los días. Por otro lado, se debe incidir en la corresponsabilidad entre hombres y mujeres en las tareas domésticas, en el cuidado de los niños y, por último pero no menos importante, en el cuidado de los ancianos. El futuro está en cuidar a las mujeres que cuidan.
Redacción: Ana E. Marcos y Guillermo Martínez
Edición: Nuria de Pablo Sánchez