Solsticio de verano

En el entorno del 21 de junio se localiza el solsticio, momento del año en el que se da la noche más corta y consecuentemente el día más largo; este hecho marca el inicio del verano. Es el triunfo de la luz sobre la oscuridad, y como tal se celebra desde tiempos inmemoriales. A partir de aquí, al principio casi imperceptiblemente, los días se van acortando minuto a minuto hasta llegar al solsticio de invierno, donde lo que ocurre es justamente lo contrario.

Las celebraciones de la noche de San Juan incluyen saltos sobre hogueras, quemar lo que no queremos, bailes, música y algo muy de brujas y curanderas: la recolección de la flor de hipérico (Hypericum perforatum), también conocida popularmente como no podía ser de otra manera como hierba de San Juan. Se distingue fácilmente porque sus hojas al trasluz parecen perforadas, aunque en realidad son las bolsitas que contienen el aceite esencial.

 

En estas fechas, los principios activos de esta planta están en su máximo potencial, y con las sumidades floridas (flores y hojas acompañantes) se prepara el aceite de hipérico. Se maceran en aceite vegetal, como puede ser el aceite de oliva virgen extra, en un frasco de cristal, y se expone el frasco durante 40 días a sol y serena (luz de la luna) agitando el contenido al menos una vez al día.

Transcurrido ese tiempo, se cuelan las flores y el aceite resultante “mágicamente” ha tornado su color a un rojo intenso (en realidad es por efecto de la hipericina, uno de los principios activos, pero no vamos a estropear el ambiente hechicero, ¿verdad?). Ese oleato tiene interesantísimas propiedades: se aplica en quemaduras, es regenerante celular, antiinflamatorio, sedante y cicatrizante.

Tan solo una precaución: este aceite es fotosensibilizante, así que no conviene tomar el sol después de su aplicación, ya que podrían salir manchas en la piel.

Por lo demás, un oro liquido rodeado de magia y misterio que conviene tener siempre a mano.

 

Mar, de Marmitas y Redomas

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